El Trastorno por déficit de Atención con Hiperactividad

Es el trastorno del neurodesarrollo más frecuente en la infancia, con una prevalencia estimada entre el 5-8% según las series publicadas. Es un concepto que pretende englobar un conjunto de alteraciones cognitivo-conductuales, con un patrón clínico heterogéneo pero identificable y unos síntomas nucleares bien definidos (inatención, hiperactividad e impulsividad), pero no categóricos, pues son rasgos conductuales que pueden estar presentes en todos los individuos, siendo su intensidad o sus repercusiones a nivel académico, social o familiar, las que marcan el límite entre trastorno o normalidad.

En la actualidad se ha convertido en la explicación neurocognitiva, es decir, médica, de todo fracaso fundamentalmente académico, pero también social y en uno de los motivos mas frecuentes de mi consulta en forma de dificultades en el aprendizaje o trastorno de conducta.

Sabemos que tiene una base genética bien establecida, de hecho, en la mayoría de las familias con niños diagnosticados de TDAH al menos uno de los progenitores refiere haber presentado unos síntomas similares a los de su hijo. Sin embargo, esta herencia, está muy influenciada por factores ambientales y biológicos que pueden condicionar el desarrollo y evolución del trastorno.

La mayoría de las familias, se preguntan qué sucede en el cerebro de su hijos, a lo cual es difícil responder sin recurrir a tecnicismos en ocasiones incompresibles para personas no relacionadas con esta disciplina. Yo suelo explicar, que existen unas zonas determinadas y que hemos objetivado en pruebas de imagen cerebral, fundamentalmente en la zona anterior del cerebro (cortex prefrontal), central (cuerpo calloso, núcleos de la base, hipocampo y amígdala) y posterior (locus coeruleus) entre otros, conectadas entre sí y controladas por unas sustancias (dopamina y noradrenalina) cuya disregulación o mal funcionamiento determinan la sintomatología principal del TDAH: problemas de atención, organización, planificación, impulsividad, desinhibición comportamental, poca flexibilidad cognitiva, necesidad de recompensa inmediata, hiperactivad…etc, que deben estar presentes en al menos dos ambientes y tener repercusiones no sólo académicas en el niño, para hacer un diagnóstico adecuado y poder orientar a las familias hacia el mejor tratamiento posible.

Imagen realizada por Jorge Hernández.