En los últimos años estamos asistiendo a un envejecimiento progresivo de nuestra población. El aumento de la esperanza de vida en los Países Desarrollados, ha aumentado de forma considerable el número de personas pertenecientes a lo que tradicionalmente denominamos la tercera edad. Si a esto le unimos un descenso en la tasa de natalidad, podemos comprender la tendencia que tiene nuestro Pais hacia una inversión de la pirámide poblacional.
Está claro que cada vez somos más longevos, pero el aumento de los años potenciales de vida va siempre unido a un nivel aceptable en la calidad de los mismos?
Al igual que el resto de los órganos, nuestro cerebro va experimentando un deterioro progresivo con los años. A medida que envejece la población, aumenta el número de pacientes con demencia. Si tenemos en cuenta la falta en muchos casos de un tratamiento efectivo y el alto grado de dependencia que generan los pacientes tanto a nivel económico como familiar y social, podemos darnos cuenta que nos encontramos ante un problema de primer orden para la salud púbica.
Por tanto no es cuestión solo de vivir más, sino de vivir mejor. Quizá por esto, los artículos sobre hábitos de vida saludables para mantener nuestros “cerebros jóvenes” están creciendo de forma exponencial en los medios de comunicación, hasta el punto incluso de poner “de moda” el nombre de determinadas dietas asociadas a la prevención por ejemplo del Alzheimer y otros trastornos neurodegenerativos. Es el caso por ejemplo de la Dieta “MIND” (Mediterranean-DASH diet Intervention for Neurodegenerative Delay) que promueve el consumo principalmente de verduras frescas, sobre todo de hoja verde, los frutos secos, el pescado azul, las carnes blancas, el aceite de oliva o el vino en cantidades razonables.
Estas iniciativas me parecen muy acertadas, puesto que siempre estamos a tiempo de adquirir un estilo de vida saludable y cuidarnos. Sin embargo, considero que nuestra función como médicos, no solo debe ser el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, sino que debemos implicarnos más en la prevención de las mismas.
Es en este contexto donde los Neuropediatras podemos desempeñar un papel importante promocionando los beneficios que tiene la adquisición en la infancia de un estilo de vida y dieta saludable, que mantenidos en el tiempo y si la genética nos acompaña, puede ayudarnos a envejecer con plenas facultades tanto físicas como mentales.
Si esperáis que os recomiende una dieta milagrosa para prevenir la demencia, podéis dejar de leer este post, pues aunque todo lo que escribo tiene una base científica, veréis que las recomendaciones son de sentido común.
Respecto a la adquisición de hábitos de vida saludable, debemos centrarnos en tres aspectos fundamentales:
– Deporte: deberíamos inculcar a nuestros hijos los beneficios que tiene la práctica deportiva para la salud física, mental y emocional. Recomendamos la realización de Actividad física durante al menos 60 minutos al día. La falta de tiempo o los deberes no debe ser una excusa para no hacerlo.
Ocio: menos redes sociales o consolas y más actividades mentalmente enriquecedoras. Actividades como leer, escuchar música, aprender un idioma, tocar un instrumento o salir con los amigos, mantiene nuestra mente activa y en continuo aprendizaje de conocimientos y emociones nuevas. Debemos fomentar en nuestros hijos la curiosidad y la emoción por aprender y descubrir.
Tóxicos: cada vez es más frecuente y a una edad más temprana el consumo de diversas sustancias como el tabaco, alcohol, cannabis…etc. Todos ellos contribuyen a un deterioro mayor y más rápido de nuestras funciones mentales. Debemos explicarles desde pequeños su existencia y los riesgos que implica su consumo. Pensamos que si unimos el conocimiento su peligros para la salud al cumplimiento de los dos puntos anteriores (actividad deportiva frecuente y el desarrollo de actividades de ocio enriquecedoras), puede disminuir el riesgo de consumo.

Respecto a la dieta, tenemos la inmensa suerte de vivir en un Pais de referencia para la Dieta Mediterránea. Esta dieta se caracteriza por su riqueza y variedad en el consumo de cereales no refinados, frutas y verduras frescas, pescados, aceite de oliva o vino, y por haber sido relacionada en la literatura científica con una gran cantidad de beneficios en el desarrollo y mantenimiento de las funciones cognitivas.
Por tanto bastaría con aplicar el sentido común y recomendar alimentar a nuestros hijos de una forma tradicional, utilizando la inmensa variedad de productos de calidad producidos en nuestra tierra y costa.
Además en pleno “boom de los Omegas”, debo insistir una vez más en su beneficios y en la necesidad de incluirlos de una forma frecuente en la dieta.
Los Omega 3 son ácidos grasos poliinsaturados procedentes del pescado y algunas plantas. Su consumo se relaciona con propiedades beneficiosas para el neurodesarrollo, el mantenimiento de las funciones congnitivas e incluso como una alternativa no farmacológica prometedora para ralentizar el curso clínico de algunas demencias. En mi caso recomiendo el consumo de estos productos desde el embarazo, a ser posible de forma natural y no mediante preparados de farmacéuticos. Insisto a los padres en los beneficios del consumo de pescado azul y frutos secos de una forma habitual en la dieta de sus hijos y sus efectos beneficiosos para la salud tanto física como mental.
El problema fundamental que nos encontramos en la practica clínica, es el poco tiempo que puede dedicar los padres a preparar una alimentación variada y equilibrada de forma diaria, recurriendo con frecuencia a una dieta “fácil”, cargada de productos preparados, ultracongelados y adaptados a los gustos de los niños en lugar de a sus necesidades. Es más fácil y cuesta menos tiempo que un niño tome para merendar bollería industrial que por ejemplo una pieza de fruta.
Nuestra recomendación es siempre la misma. Existen alternativas muy saludables desde el punto de vista nutricional y fáciles de preparar como el pescado en conserva.
Todavía quedan en España empresas que realizan las conservas de una manera tradicional. Utilizan pescados frescos de nuestras costas y los tratan de una forma artesanal sin productos químicos añadidos para su elaboración, manteniendo así todas sus propiedades nutricionales. Es una forma rápida, sana y barata que facilita el consumo frecuente de pescado en nuestros hijos.
Por amistad, porque he visto todo el proceso de elaboración y por la inmensa variedad de productos “neurosaludables” que utilizan, suelo recomendar a los padres que compren conservas de pescado azul del sur como el boquerón, la sardina, la caballa, la melva o el atún de almadraba de la Marca USISA (https://www.usisa.com). Esta empresa sigue un cuidadoso proceso de manipulación de la materias prima, ofreciendo todas las garantías de sabor, frescura y el mantenimiento íntegro de valores nutricionales del pescado.
Me gustaría concluir recomendando una dieta variada desde la más tierna infancia, acostumbrando a los lactantes a comidas caseras realizadas con los mismos ingredientes que tomaran de mayores, ofreciéndoles con frecuencia verduras y frutas frescas, legumbres, frutos secos crudos (en niños más mayores), cereales integrales, carnes blancas, aceite de oliva y por supuesto pescado.

Bibliografía

Sara Danuta Petersson and Elena Philippou. Mediterranean Diet, Cognitive Function, and Dementia: A Systematic Review of the Evidence. Adv Nutr 2016;7:889–904.
Burckhardt M1, Herke M, Wustmann T, Watzke S, Langer G, Fink A. Omega-3 fatty acids for the treatment of dementia. Cochrane Database Syst Rev. 2016 Apr 11;4